domingo, 30 de octubre de 2011

No lo pude evitar.



Para los que no hayan visto la película, ésta se sucede durante los años de dictadura militar en Argentina. Ante el temor de la represión, una pareja -junto con sus dos hijos- se ven obligados a alejarse de Buenos Aires y esconderse. En la escena más memorable, Harry -que se llama así a sí mismo por Houdini, que no era mago, sino escapista- y su padre juegan su último Risk. A lo largo de la partida, Harry queda arrinconado en Kamchatka. Sólo le queda ese territorio que defender, y allí es donde envía todas sus tropas. Resiste desde allí y fnalmente, gana la partida. Y antes de que detengan a su padre, éste le dice que, desde allí, será desde donde siempre resistirá. Que allí, siempre que quiera, podrá volver a reunirse con él.
Una vez dije que, para olvidar a alguien a quien debemos olvidar, tenemos que intentar dejar de recordar lo bueno. No guardar solamente los días más gratos, sino recordar los demás. Pero para recordar a quien se debe recordar quizá debamos echar la vista atrás y procurar recordar sólo lo bueno. Porque aunque nuestra vida sólo se entienda hacia atrás, se ha de vivir hacia delante, siempre hacia delante.
Como tantas otras miles de películas, la vi con quien me contó la historia de aquel guerrillero loco que mataron en Bolivia. Con quien me relató también la de aquel hombre al que cortaron sus dedos y su lengua y, aun así, hasta la muerte gritó “¡revolución!”. La vi con quien, de no haber existido, no habría Kubrick, ni cine bélico, ni encuadres, planos y ángulos, ni pasión.  No habría Cuatro Rosas, ni movida, ni años ochenta. No habría Let It Be, ni canciones de los Beatles, ni se me encogería el corazón cada vez que escucho Mediterráneo. Sin él, yo nunca habría llegado a ser yo. Porque sin él, no habría estudiado la carrera que estudié, y ahora no estaría llena por completo.
Sin él, al fin y al cabo, no habría García Márquez, ni recordaría el día en el que iban a matar a Santiago Nassar. Y muchos años después, frente a mi pelotón de fusilamiento, recordaré que fuiste tú quien me llevó a conocer el hielo.
La última vez no pude conseguirlo. No pude conseguir Kamchatka para mí. Estuve a punto y no lo conseguí. Pero, mentalmente, sé que allí siempre me encontraré contigo. Porque Kamchatka es una península, un territorio del Risk y una película, pero también es nuestro refugio.
Papá, allí nos vemos. Siempre que quieras.

http://misscaulfield.wordpress.com/2011/02/13/kamchatka/

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